Mi cielo entero Por Esmeralda Marugán

Esmeralda Marugán

El de la mitad, tiene nombre de película, la de Manuel Gutiérrez Aragón, aquella primera vez que la vi en los cines del Centro Comercial de La Vaguada de Madrid, se presentaba La Semana de Cine de Valladolid en Madrid, y aquel viaje cambió el destino de mi vida. Fue unos meses antes, y mirando el cielo de Benidorm  al que Carlos Cano le cantó como si fuese Cádiz o La Habana en una nueva vuelta de su festival, el que me hizo pisar el acelerador, aunque mi día a día no tenía demasiada rutina, ni entonces ni ahora me los paso haciendo la colada, y tampoco dejo a mis amigas, ni a mis amigos. No va conmigo toda la letra de esa canción. Aunque en ocasiones más que salir por la ventana lo he tenido que hacer por la puerta de emergencia, y en ese SOS viven en estos momentos muchas mujeres sus vidas, también aquí, y no las protege el cielo, ni las protege Dios. La justicia tiene una deuda pendiente con La Violencia de Género,  y con las principales víctimas, las hijas e hijos, y durante esta pandemia también. 

Al parecer,  los menores podrán salir de este "encerramiento" una hora al día, aún no tengo claro si será paseando o no al perro,  a mí me preocupan "los OTROS", a los que sin elegirlo, les tocó el peor de los virus, el de padres abusadores, y frente a ello, la sociedad se lava las manos.

El Covid19 mata, enferma y nos demuestra lo vulnerables que somos, y como hemos continuado barriendo las miserias hacia dentro. Algunos ponen caras de "cuanto peor, mejor", y otros lo que dicen "con los ojos, lo desmienten con la boca". No voy a sumarme a ninguna "cacerolada" en contra, prefiero, porque a mí sí me parece incompatible, aplaudir a los sanitarios. Ellos, que desde la primera línea del dolor están salvando vidas, mientras se juegan la suya. También lo hacen otros profesionales que en medio de nuestro encierro nos han aligerado la necesidad ocultando su propio miedo, en algunos casos sin lograr las mascarillas adecuadas.

Muchos edificios de este balneario costero parecen mirar hacia arriba, ojalá que pronto volvamos a mirarnos los unos a los otros, sin hacerlo de reojo, y dejando "el ojo avizor". Con esto no olvido el crítico, soy periodista, pero nunca voy a entender a los que parecen disfrutar con el mal ajeno, con tal de cargarse a este gobierno.

En los momentos en los que necesito deshacer mis propios nudos, busco en la música de una asturiana afincada en Benidorm mi sintonía, en el intento de equilibrar "el mal y el bien", por algo fue Rosa María Lobo la ganadora moral de aquel festival del 17 de julio de 1968.

Que la vida sea mejor, que no sea un sueño, que sea real amor y eternidad.

¡Viviré!